En nuestro país, la
producción de drogas y su tráfico hacia Estados Unidos es un fenómeno presente, al menos desde las primeras décadas del siglo XX. En un primer momento,
México no penalizaba esta actividad, y no fue sino hasta 1916 que se promulgó la primera prohibición de traficar con drogas con mayor
poder adictivo, derivada a su vez de la
política internacional que desde entonces comenzaron a impulsar los
Estados Unidos. En los años veinte surgieron
leyes federales que prohibían el cultivo y
comercio de marihuana y adormidera. Durante los años treinta, la presión estadounidense por expandir su política penalizadora respecto a las
drogas psicoactivas continuó, en la destrucción de
estrategias alternativas que entonces apoyaba el
gobierno mexicano, que encuadraban fundamentalmente el problema como un asunto de
salud pública.
El hecho de que el tráfico de drogas sea un
delito federal y que la
logística necesaria para el mismo rebase generalmente los
límites estatales, por lo menos, hasta que el negocio ilegal tuvo como
mercado principal el estadounidense. A finales de los años sesenta, el consumo de drogas se había incrementado notablemente entre los jóvenes de clase media de los Estados Unidos, motivado por la expansión de un
movimiento contracultural y las secuelas de adicción que generó el amplio uso de enervantes por parte de las tropas estadounidenses en la
guerra de Vietnam. México era, en esos años, un proveedor importante de marihuana y goma de opio para el mercado estadounidense.